En medio del estruendo, de la locura, de lo imposible, el soldado se paro de su trinchera, bebio del ajenjo de los muertos, aspiro las particulas radiactivas como quien aspira el rocio de la mañana, cerró los ojos y supo que estaba cumpliendo el juego de su papel en la Tierra, supo que era un Hombre en Guerra, y que debía ser así.
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